Comentario
La participación del Rey Sabio es en ocasiones de simple promotor de una traducción, heredando las mismas tareas que habían ocupado a sus antecesores de Sicilia, Federico II Staufen y Manfredo, y anticipando a otros príncipes bajomedievales, sobre todo Charles V le Sage, el monarca francés de la segunda mitad del siglo XIV, y el Gran Duque de Borgoña, Philippe le Bon. En todos estos casos la actuación regia, como promotor de una traducción se expresa con una miniatura en la que vemos la llamada escena de presentación -de dedicación, para los alemanes- en la que el traductor, generalmente arrodillado, entrega el libro cerrado al promotor de la misma. En otras ocasiones, el prólogo presenta al rey Sabio como autor del libro y en los manuscritos iluminados se acompaña de una miniatura en la que el Rey aparece representado como autor, entronizado en un escaño y señalando a unos escribas, que, sentados a sus pies a la turca, toman al dictado las palabras regias.
Podemos dar dos ejemplos de ambos prólogos que marcan la diferencia con que el monarca valora su intervención. En la "Escala de Mahoma", cuyas versiones francesa y latina -únicas conservadas- carecen de miniaturas de presentación, el prólogo de la edición francesa de Muñoz Sandino, dice así: "Este es el libro que llaman en árabe Halmaereig, que significa en castellano tanto como ascender a las alturas. Y este libro lo hizo Mahometo y le puso este nombre y por eso lo llaman así las gentes. Y este libro muestra la subida de Mahoma, cómo él subió por la escalera del cielo, tal y como oiréis más adelante, y vio todas las maravillas que Dios le mostró, como él mismo dice y el libro indica. Y este libro lo tradujo Habraym, judío y físico del ilustre varón el señor Don Alfonso, por la gracia de Dios, rey de los Romanos siempre augusto, y Rey también de Castilla, de Toledo, de León, de Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén y el Algarbe. Y dividió el libro en 85 capítulos, para que se pudiera leer más ligeramente. Y tal y como fue traducido dicho libro por Habraym (en la versión latina pone Abraham), del árabe al español, yo, Buenaventura de Siena, notario y escribano de mi Señor el Rey antes nombrado, por su mandato lo traduje del español al francés...".
Aunque en este texto de la "Escala de Mahoma" se ha perdido la versión castellana, que seguramente tendría miniaturas, podemos imaginarlas con una primera de presentación como las que vemos en el Primer Lapidario (Escorial Ms.h.I.15), cuyo prólogo nos habla también de una traducción, y no de un texto del Rey, y en el "Libro de las Formas e Imágenes" (Escorial, Ms.h.I.16), en el que se da la misma circunstancia. En la miniatura de presentación del "Libro de las Formas e Imágenes que están en los Cielos" (Escorial, Ms.h.I.16, f. l) vemos a don Alfonso entronizado, tocado con corona regia, y sujetando con una de sus manos el libro que le presentan los traductores arrodillados, mientras señala con su dedo índice en la página abierta. En este caso, el prólogo se refiere a don Alfonso indicando simplemente que "mandó componer de los libros de los filósofos antiguos" y más adelante se habla de las once partes del libro y de sus autores respectivos.
Aunque existen numerosos ejemplos en que don Alfonso aparece representado como autor podemos recordar las tres miniaturas de la "Primera Partida" (Londres, British Library, Ms. add. 20.787) que acompañan al prólogo de la misma (ff. 1-lv). En la primera miniatura el Rey aparece como legislador, sentada en el trono can total frontalidad y llevando un libro cerrado en una mano y la espada de la justicia en la otra. El monarca muestra la rigidez de una institución que es la fórmula adecuada para la redacción del sector del prólogo que le corresponde y que va escrito en tercera persona: "Este es el prólogo del Libro del fuero de las leyes que fizo el noble rey don Alfonso, rey de Castilla...". En el folio 1v, en una letra capital, vemos una inusual escena de presentación: Don Alfonso arrodillado ofrece (¿o recibe?) el libro a Dios, que asoma desde lo alto del cielo. La imagen se corresponde con una idea no expresada en el texto, típicamente gibelina, y consistente en la creencia de que el poder de legislar lo recibe el monarca directamente de Dios.
No hay que olvidar que en el "Fuero Juzgo" del Ayuntamiento de Murcia, el viejo sistema legislativo que don Alfonso quería sustituir con las Partidas y que fue ilustrado en esta misma época, son los obispos los que están representados llevando en sus manos los códigos de leyes. El prólogo indica, ya en primera persona, "...Por ende nos don Alfonso... començamos este libro en el nombre del Padre, e del Fijo, e del Spíritu Sancto, que son tres personas e un Dios uerdader...". Y en tercer lugar, en el mismo folio 1v, vemos el retrato de autor: Don Alfonso, sentado en un escaño y con el dedo índice enhiesto, dicta a un escriba, que aparece sentado a la turca junto a dos cortesanos, el texto del libro. Esta última imagen se refiere al sector del prólogo que habla en primera persona, por parte del Rey, como antes señalamos, y que sigue más adelante insistiendo en el protagonismo regio: "Onde nos... fiziemos estas leyes que son escriptas en este...".
El retrato de autor aparece en los libros de la Baja Antigüedad y de ellos pasaron a las imágenes de los Evangelistas que vemos en los Evangeliarios carolingios escribiendo sus propios libros con una pluma, acompañados generalmente por el símbolo del Tetramorfos correspondiente. Pero existía sin duda otro tipo de retrato de autor, que menciona Weitzmann y que se describe en el "Libro de los Buenos Proverbios", texto traducido del árabe al castellano por estas mismas fechas. El libro indica en su prólogo que se ocupa de los dichos de los filósofos y sabios antiguos y que fue traducido del griego al árabe de libros antiguos. Añade luego: "E en el ecomienço del Libro avie figura del philosopho illuminado y assentado en su siella y la figura de los philosophos antel deprendiendo lo que dizie... que los romanos fasta oy en dia fazien... La figura del philosopho y del sabio que fizo el libro illuminado en el comienço del...".
Se trata del tipo de retrato que vemos en los manuscritos alfonsíes: el Rey como autor del libro y los escribas y otros sabios (que hemos considerado a veces como cortesanos) a su alrededor. Ya Solalinde demostró que la autoría de don Alfonso en relación con sus libros debe entenderse de acuerdo con un párrafo de la "General Estoria" (libro XVI, cap. XIII) que dice lo siguiente: "... el Rey faze un libro, non porque él escriba con sus manos, más porque compone las razones dél, e las enmienda, et yegua, e interesçá, e muestra la manera de cómo se deben fazer... pero dezimos por esta razón: el Rey faze el Libro". Jesús Montoya ha entresacado de la "General Estoria" un párrafo en el que el autor se plantea la contradicción de que en distintos pasajes del Pentateuco se atribuye la autoría de los libros unas veces a Dios y otras a Moisés. La solución viene en el pasaje siguiente (1,477 b: 2-9): "E sobresta contralla fabla maestre Pedro e... diz... que compuso Nuestro Sennor las razones de los mandados, e porque ouo ell auctoridad e el nombre dend por que las mando escriuir, mas que las escriuio Moysen".